No sé cuando comenzó la maldición,
tal vez con la llegada de la vieja maldita
se nublaron los ojos de aves negras,
cuando la noche se hizo noticia
de la muerte de un alma silenciosa
que volaba por las nubes
de una existencia cualquiera
que no veía en las sombras de la noche
el terror de morir en silencio
sin amigos, sin la oración de la sangre
como desaparecen los nombres
de aquellos sin números, sin devotos
como se hunde la barca sin sombras
de alguien que no importó
ni siquiera a una madre,
ni a hijos, ni a hermanos,
como se van los que nunca existieron,
así, se han ido todos los hombres
aunque el velo negro llore
nada se queda.
Me visitan todos los muertos,
esperan que hable con ellos,
ya no vivo, ya no duermo
pensando en cada rostro
de esos que viven en mis noches.
Estoy loco, ya lo sé.
nada importa, tan sólo mi copa,
ellos me cuentan historias,
yo bebo, y bebo hasta que se van,
entonces, pronuncio oraciones,
rezo el rosario, vuelvo a tomar,
duermo un rato, despierto, y los veo,
están ahí, hablan conmigo,
y los nuevos fantasmas
me dicen su nombre.