No vendrán a verme esta noche,
ni llamaran las alocadas bocas a felicitarme.
Veré luces alejadas en el firmamento
correteándose como párvulos en un parque.
Otros reían de las horas sudorosas, de sus manos sísmicas que tuvieron.
No oiré ninguna carcajada de mi madre,
ni sentiré una palmada de alegría de su parte.
Me vera triste por mi tristeza. Y me dirá―Ven Hijo― y recibiré la palmada de consuelo.
Hoy nadie vendrá a preguntar por este barro,
nadie se atreverá a soplarle tan solo un poco y darle vida nuevamente.
No vendrán a verme nadie en esta noche.
Ni sentirán el dolor hundirse en mi pecho.
Ni oirán de la soledad, sus pasos, acercarse.
Anthony Orellano