Pon tu mano aquí sobre mi pecho,
y siente el palpitar de un corazón;
que vive locamente enamorado,
desde el mismo momento en que te vio.
Fuiste la nube, tal vez que pasajera,
tu sombra sobre mi cuerpo se posó;
para que al verte con mis ojos, te sintiera,
como la flecha que mi alma atravesó.
Me concierne saber si tú me amas,
o si aquello que sentías se murió;
como mueren las flores que marchitan,
cuando el cielo a darle riego se negó.
Así desde allá a mi me gritan,
los ángeles que cuidan mi existir;
y me advierten que me cuide en esta vida,
por si acaso a de arroparme, alguna nube gris.
Lo dejo a ti y hago mi llamado,
con la fe que aunque sea tú me oigas;
tal vez otro te diga que te ama,
como yo, no creo que será, será por unas horas.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita