Excitada de festín casi adulterado,
con sobresaltada mirada
desnuda en proverbios difusos;
el sudor cayó como sangre, sobre tu frente.
Descompensada la fiebre ya controlada,
disminuye de a minuto su fulgor compulsivo.
Se nota fuera de tu pecho
un latiente corazón agitado.
Emperador cruel, fue él que de él
te hizo creyente,
cuando en pleno festín adorno
tú estructura con falsas idolatrías.
Y ante tú expresiva entregaduría
me aprovecho de ti,
como un rey, ante su esclava.