Yo vi dos ancianos
sentado en la plaza
y juntos hablaron
de cosas que pasan.
Eran dos ancianos
llenos de tristeza
luciendo sus calvas
en cada cabeza.
Eran dos abuelos
que juntos hablaban
dándose consuelo
mientras yo miraba.
Y mientras yo comía
mi helado de fresa,
ellos proseguían
con sus experiencias.
Alejandro J. Díaz Valero