AdelaVila

Al Dueño del reloj

Siento en mi interior,

esa carrera contra reloj…

mi padre se muere.

 

Su corazón es demasiado grande,

no bombea suficiente sangre…

falta riego a su cerebro -diagnostica el doctor-.

 

Me dicen, ¡es viejo, es ley vida!

Yo les espeto con aquella locución latina…

Justificación no pedida

excusa manifiesta.

 

¡Eh! ¿Alguien puede ralentizar este maldito reloj?

¿Alguien puede inventar bombas

que no sean para destrucción?

¿Alguien puede crear máquinas

donde el amor aplace la mortal muerte?

¿Papá, por qué me hiciste poetisa

y no ingeniera o dentista?

 

Vila, ¡Vila es tu heráldica! ¿Verdad Eliade?

De las hadas provienes,

al mundo de magia y fantasía perteneces.

Algún día, a él se ha de retornar…

 

Por Dios juro,

doy mis huesos uno a uno

con tal de posponer tu partida.

 

Papá, mañana cruzaré medio mundo,

¡iré a buscarte! Te traeré conmigo

y juntos, nuevamente,

disertaremos sobre la bondad del mundo…

¡Sí…, ya sé…! Nunca dueños de nada,

ni tan siquiera de esa insignificante hoja

que se desprende perezosa,

de la vida de cualquier ajeno.

 

Querido Sócrates pero…

¿y si estoy equivocada y Dios ya le reclama?

¿Quién soy para juzgar tan Alta Voluntad?

Entre tanto y por si acaso…

espérame papá, ¡Vuelo…! Voy volando a tu lado.