¿Qué debo hacer yo, si mi alma te adora?
-siempre seré tu esclavo, tu mi señora-;
mis ojos no se sacian de verte y admirarte,
no hay nada con que pueda mi idea compararte.
Tu imagen se apodera de mis horas de sueño,
y en loco delirio me siento tu dueño…
Mas, cuando la mañana mi sueño despierta,
me entristece ver que mi dicha no sea cierta.
Tu imagen despierta un anhelo fogoso,
y realizar mi sueño espero ansioso;
en tu retrato contemplo tus ojos ruiseñores,
hermosos y fragantes como las más bellas flores.
El corto momento que mi cuerpo se consuela,
es cuando en mi sueño, el alma, a tu lado vuela…
Al despertar: –son tus ojos el alba del día;
en ellos está mi tristeza y también mi alegría,
son tus tiernos labios la copia de un jardín;
que solo en mis delirios yo beso sin fin,
es tu voz a mi oído el acento más suave,
que no puede imitar la más delicada ave.
La vida te dio feliz criatura tal suerte,
que aunque no quisiera te amaría hasta la muerte.
Aunque la pasión que nace sea discreta,
no le hace falta nada es completa…
Musa de mi alma yo te adoro;
que te cuidaría con esmero como a un tesoro,
no dudes de mi feliz criatura;
te llenare de alegría jamás de amargura.
Nunca entregues tu corazón a quien no te valora,
ni desprecies este corazón que tanto te adora!...
Solo tu; diosa humana, puedes hacer realidad delirio;
para que no sufra mi corazón con este martirio,
y solo así podrás mitigar mi quebranto;
y saber cuánto te quiero…, ¡Cuánto!