Donde se perfilan cándidos luceros
y se alcanza a divisar el Dios Eros,
en donde tenues lucecitas se apagan
y la noche cierra los párpados pesados.
Donde abren sus capullos las crisálidas,
recibiendo el tibio sol de la mañana
y volando como lindas mariposas,
con alas de encajes, vaporosas,
van a libar de la miel de dulces rosas.
Allí, sabes que te espero, con ansiedad profunda,
si a veces desespero... no es mi culpa,
es que me quema este amor que llevo dentro
y esta hoguera que enciende mis delirios.
Apagarla con el llanto que vierten mis ojazos,
es imposible, extinguirla no he podido,
entre más lloro... el fuego más se aviva.
A veces siento que se me va la vida,
junto con la tarde que agoniza en el ocaso.
¡Cuándo es que cesa por fin esta agonía
y pueda fundirme contigo, en un abrazo!
Felina