Todos los invitados bebían muy contentos,
contaban entre ellos simpáticas anécdotas,
tal vez, alguien hablaba de algún tema serio,
ya no recuerdo ni siquiera la fecha.
La música romántica como el viento,
mujeres bailaban sobres las estrellas
besando sus sueños y muy satifechas
de ser amadas bajo el juramento
de voces que elevan sus bellezas.
Yo estaba ahí, demasiado solo,
bailaba, cantaba, y decía cosas,
tomaba un trago, contaba un chistes,
todos aplaudían; sin embargo, estaba solo.
Dos mundos en una misma velada,
los hombres y mujeres que bailaban
vivían la felicidad de aquel momento,
yo estaba con ellos, pero lejos
en otras dimensiones, pensando en cosas
que no tienen sentido, tal vez me alejaba,
no sé, podría ser algún presentimiento,
esas cosas extrañas que a veces
aparecen de pronto, sin previo aviso,
así, para molestarte.
"No te vayas, cuéntanos otra historia"
"faltaba más, le diré lo que le pasó al borracho..."
Creo que tomé como cien copas de vino
fue una noche ebria, de victorias,
de esa vida alegre de compadres borrachos,
noches de hadas, de seres divinos,
seres jóvenes que sueñan la azul alegría,
de caminos, de viajes, de historias
hombres que construyen el destino.
¿Entonces, por qué esta sombra?
No entiendo la angustia que recorre mi garganta,
no puedo dominar el silencio que me invade,
es como si me llamasen,
como si de pronto, el cuerpo no fuese mío,
me siento demasiado agotado,
no deseo dormir, tal vez vaya a la ventana,
encienda un cigarrillo, me sirva una copa,
la última de esta noche larga,
demasiadas personas, rostros que me invaden,
quiero estar solo, esperar el amannecer,
tal vez un baño refrescante
me devuela a la vida, a esa vida alegre,
la que añoro, pero que se va poco a poco
como el espacio, el tiempo, los años
como las esencias líricas
de un poema amarillo
que se ha perdido en la memoria
de un libro viejo de letras muertas.