Até tus alas a mis manos,
y te arranqué el oxígeno,
miré tus ojos aterrados,
clavando pánico en los míos.
Y te ofrecí la esclavitud
de la libertad a mi lado,
y me cegué en mi egoísmo
virulento, mi pecado.
Te amé en desvelo
con la carne y con el alma,
humano, desdichado, y tú
sueño, tú milagro.
Te corté las cadenas, y
me arrancaste el oxígeno,
le cortaste las alas al deseo mío,
y emprendiste tu vuelo, y me olvidaste.
¿Quién era yo para atarte?...