David Goya

La muerte (David Goya) palestina

Llego la muerte con audaz porfía

hasta el castillo encantado de una princesa;

extendió sus manos cadavéricas y frías,

como cumpliendo el pacto de una promesa.

Tan contenta y feliz se le veía,

a la bella princesa, tal vez enamorada…,

 que con arrogancia mandaba y disponía,

 sin saber que la vida dura tan solo una alborada.

Se creía dueña de su propia vida,

cuando la vida no le era más que prestada,

y bajo dos metros de tierra, hundida;

nunca jamás disfruto nada…

Ahora, ¿Quién manda con arrogancia?

-¡si la muerte trunco su incesante empeño!

tan solo se escucha por la estancia-;

que en paz descanse, en su eterno sueño…

La muerte trunca todo empeño,

cuando bajo tierra quedamos olvidado;

¡porque con orgullo sentirnos dueño,

de todo aquello que se nos ha prestado!.

Disfruta todo sin egoísmo,

dejando a un lado toda altivez;

para la muerte somos lo mismo,

y la vida se nos presta tan solo una vez…