Alma al aire

Historia mínima II

En una avenida concurrida

se encontraba una niña

que a los autos que pasaban

una rosa les vendía.

A cada uno los miraba

con sus ojos anhelantes

esperando que compraran,

que soltaran el volante.

Los peatones que cruzaban

eran otro buen mercado

pero no se detenían,

yéndose por un costado.

Por eso sentadita

en el cordón de la vereda

viendo pasar al mundo

continuaba a la espera.

A veces de tanto en tanto

si algún niño pasaba

le sonreía avergonzada

y una rosa regalaba.

Conocía a las personas

en su caminar urgente

sin mirar hacia los lados,

con la cara indiferente.

Más un día como muchos,

pobre venta de las flores,

cruzó por su avenida

alguien que trajo colores.

Un señor entre señores

que al verla sonrió,

le compró unas cuantas rosas

y su marcha prosiguió.

Era alto y fornido,

con presencia musical,

caminaba bien tranquilo

y vestido informal.

Volvió al otro día

y le dio un caramelo,

la niña con sus rosas

le vendió a él primero.

Esperaba su llegada

y le guardaba las mejores

pensando en la alegría

de aquellos sus amores.

Un día como otros

le compró una rosa bella

pero en vez de proseguir

se la regaló a ella.

La niña sonrió

y lo miró desde abajo

y en impulso veloz

en abrazo lo atrajo.

Desde entonces cada día

en el cordón de la vereda,

ella aguarda su paso

y la espera no es espera.