Orbitando planetas alrededor de ti, siguiendo eclépticas órbitas, en sentido antihorario pero en la misma dirección, porque no existen horarios para amarte. Por eso quiero que no se apague nunca el fuego de tu sol de cuerpo, no quiero se opaque tu reflejo de luna sobre el ancho del río, porque puedo tocarlo con mis manos.
Dónde quedan los anillos de Saturno, Neptuno y Júpiter, si dogales son tus brazos al rodearme. El rojo de Marte palidece ante tus labios cuando con pasión me besas. El verde azul de Urano es apenas un opaco reflejo del mar y cielo de tus ojos, inclinada tu cabeza sobre mi pecho mirándome con ternura.
Apasionadas y dulces, tus palabras al igual que Neptuno, quien tiene las tormentas más rápidas del sistema solar. ¡Oh, mi mercurio, mensajero de los pies alados, te mueves rápido en mi espacio con tu temperatura ascendiendo y descendiendo a vertiginosos grados de temperatura!
¡Oh, mi Júpiter! dios de dioses, mi Zeus griego, justiciero y jovial planeta de mi vida.
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MIRIAM RINCÓN URDANETA.