Carlos Alcaraz

Cuando llegue el sol y la gente

 

 

Tengo en estas manos apretadas

dos o tres frustraciones que he callado.

Una más que seguiré callando,

y que resumo en esto:

no te tengo.

 

Tengo que pensártelo en voz alta,

y no tendría.

Después de tantas veces

que has negado ante la gente una caricia

(metáfora de los secretos nuestros),

deberías saber que a mi también me gusta

esta ocasión, en que resulta

que te tengo (y sólo yo lo sé),

te tengo y a la vez, me dejas claro

que tal vez nunca te tendré.

 

El sabio calla, dicen.

Pero si pudieras verme justo ahora…

estoy llorando,

repitiendo a Benedetti y a Sabina mientras tiemblo

y aprieto más mis manos

y te odio, y lo odio, y me odio

por amarte a ti,

a ti que no me amas,

a ti que me amarías

si fueras mía,

a ti, que no lo eres.

 

Tengo en estas manos apretadas

tu misterio, tu capricho,

una parte de tus miedos,

de tus lágrimas, de tus silencios.

Tengo el frío que me regalas desde lejos

cuando partes a su casa y yo,

me quedo solo.

 

El suelo es blanco, y yo

lo tiño de la misma rabia,

de la misma frustración

que sólo conocen mis lágrimas

y mi deseo de amarte de verdad.

 

Pero… ¿sabes?

 

También tengo, y tienes, y tenemos

complicidad en la mirada y en los besos,

complicidad en las canciones

y en las noches que pasamos

casi sin dormir, casi sin pensar,

casi dedicadas a soñar:

yo, que te tendré,

tú, que lograrás sentirte libre

de la culpa de saber

que no lo amas.

Tú, que me amarás

tan pura como eres,

tan cierta como eres.

 

La entrega, será entrega,

y no tendremos que alejarnos

cuando llegue el sol

y la gente.

 

Carlos Alcaraz

17/12/10