De pequeño creí en algo
siempre nuevo y misterioso.
Me hacía feliz rezar,
hablaba con Él.
Había gente que me distanciaba.
Pero también había cosas
que me hacían volar.
Permanecí quieto y me olvidé.
Creí en otros.
Me hicieron seguidor de ellos,
y ellos de mi.
Mi alma fue menguando
hasta no ser más
que una parte
de una parte
de algún pobre lugar.
Pero me serené y me hice serio.
pude creer en algo
que no pude comprender.
También recé algo
que no recordé.
Y me hice un poco más alto
que cuando quise crecer.
Quise comprender razones
más profundas
que mi oscura soledad.
Y saltar a un limbo nuevo
de donde no podría volver,
salvo las noches con luna
y los momentos colindantes
de algún encarnizado amanecer.
¿Por qué los días
me son tan cortos?
¿Por qué la noche
se hace tan larga
para mi?
Una flor, una puesta de sol, una armonía,
una nada,
todo lo es para mi.
Y mientras, nos reflejamos en un mundo eterno,
que parece no tener fin.
Pero que lo tiene.
Mientras esperamos a hacernos viejos,
a hacernos sales,
a disolvernos en alguna clase
de contaminado lodazal.
A formar vida!!
Y a morir buscando...
algo de felicidad…
No hay que olvidar que hay cosas.
Que por alguna razón están ahí.
Que hay amor, que hay vino,
que mientras todo pasa
apenas me acuerdo de ti.