Llámame,
Voy a volver contigo,
Recorriendo despacio las calles que no existen
Cuando tú no me llamas,
Caminando por ti
A través de la ira pequeña de la tarde.
Luis Garcia Montero
La miré por los segundos de una tarde.
Me disolví de ti. Te pedí un alba.
La forma de la luz me abrigó el frío,
suspicaz se quedó la ciudad anegada
en el Arno,
trémula de colores, empapada
de otoño.
No tuve otra impresión que me llenara.
Se quedó tan inmóvil la calle
que el tiempo se me puso en los zapatos,
como aire.
Tal vez – simplemente - me rozó la idea de un paso.
Tal vez me olvidé todo.
Tal vez de repente me conmueve pensarte.
Innumerable sinfonía la mía cuando resuenas.
Y llueven impotentes las veredas,
sin conocer mi nombre me reclaman,
desde su nido húmedo - ceñido
de abrazos negados, de brillos inciertos
de fríos que desconoce el más astuto invierno.
Se lanzan al vacío- las nubes –viajan
como neblina donde terminan los cerezos,
bajo el río, hasta la tierra ávida de pájaros.
Hasta el aliento de mi espacio
despierto.
Me quedo sin testigos, sin ciudad, sin mundo,
apenas detrás de vos.
Seré como el otoño una vez más,
seré amarillo traje,
Plaza de pasos, de huecos, de linternas.
Plaza de tangos rojos, de tormentos.
Seré jardín de mundo, flor en la arena,
huella celeste que queda en el barro.
En fin seré tu puerta, tu espejo, tus huesos.
Me buscarás hambriento en el polvo, en la calle.
Seré un semen perdido en el humor del tiempo,
arrojado en el fondo más hondo
de tu abismo.