El pobre ciego de la plaza
llora y llora con desconsuelo,
ayer lo robaron por desgracia
un grupo de bandoleros.
Todo el día con su mano estirada
recogiendo míseras monedas,
para que esta gente despiadada
le robe la esperanza de su cena.
El pobre ciego llega a su casa
y en el silencio de su habitación
el dolor, el alma le traspasa,
y sufre solitario su dolor.
Otra tarde, de esas cualquiera,
no hubo robo que lamentar;
pero hubo tristeza de igual manera
y el pobre ciego volvió a llorar,
Fue una jornada sin provecho
y cuando ya caía la tarde en sombras,
se vio al ciego caminar maltrecho
con el sombrero vacío, sin limosna.
*****