En el fondo de la noche, las prendas esparcidas
-como aquel cuento en los bosques-
indicaban el camino hacia el jardín de idilio,
y un sobre de inmaculado blanco era tu lecho,
abierto a sedientas tempestades, como un mar
con oleaje plano y sereno y la nívea espuma que se expande.
Tus ojos le prestaron su espejo a mi mirada
con reflejos de lámpara encendida.
Sinfonías de caricias fueron sones silentes
de violines hacia el cielo,
un vibrar de pieles y latidos se hizo himno
en la penumbra incinerada por los besos.
Palmo a palmo recorrimos el sabor de nuestros cuerpos,
las fragancias de jazmines se mezclaron
con el aroma de la pugna incandescente
por la conquista de nuevos territorios.
Y te sentiste mujer, plenamente mujer,
cuando las brisas de tu negra cabellera
fueron salvaje remolino sobre mi pecho,
y tus cabellos blasón guerrero con furor de lucha.
Un junco terso y delicioso se arqueaba
entre los lánguidos murmullos placenteros,
se plateaba el contorno galopante de tu talle
con el atisbo curioso de la luna.
En un sentir de vida tremulante,
hay un eclipse de estrellas y cometas,
una cascada rumorosa que entra al río
con ardores de meteoro refulgente.
No quedan sino sonrisas atrapadas
por el rosa candor del embeleso,
mis manos en tus valles se han quedado
y los suspiros son viajeros de la bruma.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Safe Creative Certificado Propiedad Intelectual 1110050225717)