Los gatos,
con asombro,
me observaban,
cuando ella,
por el cielo transitaba.
Mientras yo en sus pechos,
cautivado,
me ausentaba.
Nunca hubo repuestas,
pero a mí,
se me escapaban,
raudas las miradas.
Sentí que me vencía
y me defendía,
con la espada sin filo,
de mis miradas.
Ella ausente,
de mi, ni se enteraba,
y sacudiendo con soltura,
su suave pelo negro,
se marchaba.
Volaba por su cielo,
sin entender,
que me pasaba.,
Muchas veces resbalé,
desde los pináculos
de su espectacular figura,
y me golpeaba con furia,
la frialdad,
con que me ignoraba.
Algo sabían los gatos,
que yo ignoraba.