Llantos que corren por mis venas,
sangre que se sienta y se acongoja,
saber de tu tristeza que es locura,
como la mía que está clavada
en mi pecho sin alguna cura.
Las sombras no han querido
arrebatarme todavía,
lo poco que es nada y lo que queda
de este sentimiento con dañada entrega,
y que silencioso corre hacia el céfiro
el amor frustrado que me acompaña
en mi melancolía.