A la heredera de Maxwell…
Rodeada estas de papeles grises, de extraños instrumentos
En tus venas corre la sangre de los galvanistas,
Eres la heredera perfecta a los designios del profesor escoses.
Pero ni los signos, los recintos o los vuelos quiebran
Tu alegre risa marina.
Tus mejillas tibias y puras, entonan himnos de enigmática firmeza
Ese rostro de montaña alta, despojado de sombras
Vigila la taciturna comarca de flor y agua.
El esplendor de tus cabellos rescata mansedumbres y alegrías.
Tu ondeante claridad, te hace dueño de tu canto.
Tu conciencia no se duerme, esa sangre roja anuncia
El clamor perdido.
Con los ojos semi-cerrados vigilas desde siempre
Que el ala blanca emprenda su vuelo jubiloso.
Tus colinas son la muestra de un glorioso viento,
Proveniente del norte.
Tu figura, libera los caídos, los vuelves
Al principio elemental. No eres fabula perdida
Son tus pies los arquitectos de esas huellas,
Restos lejanos de ámbar y plata.
No hace falta conocer tu edad media o contemporánea.
Es fácil saber, que tu hermosura sencilla
Se ennoblece a través de tu intimidad infantil
De tus mil pequeñas cosas, de tu fuego manso
De tu música jamás cantada, de tus actos cotidianos
De tu plenitud infinita, todos son simples emblemas
Sumados a un sinergia estelar.