Apenadas las penas,
a compases alegres ponen serios,
al cortar rasgan venas
¡desvencijan imperios!
y atraviesan dementes hemisferios.
No arroparos con vidas,
pues vosotras lastráis bocas amenas,
dialogando aburridas
sentenciáis a condenas,
encerráis con grilletes y cadenas.
La pena apaga velas,
con preludios monótonos y aciagos,
si tu a ella la celas,
su impiedad causa estragos,
y a sonrisas amables hace amagos.
¡Dolor, huellas de pena!
Cabizbajos nocturnos poseídos
-entre granos de arena-
quebrados, malheridos,
que le quitan al alba sus sentidos.
Penas por desamores,
letanía cantada que confiesa
angustias y temores;
quitando de la mesa,
la confianza anterior tan bien impresa.
Un poema apenado,
la liturgia en la cual dictamos siervos
del llanto que sellado,
proclama entre los verbos,
que adjetivos cazaron libres ciervos.
A voluntad vetáis,
vuestro tiempo es asfixia de tristeza,
y desleal faltáis
a toda la grandeza,
de existencia esparcida con belleza.
Penas, volcadas penas,
son los mares silentes que no callan;
y retan con faenas,
a este ser avasallan,
atormentan tus olas cuando estallan.
318-omu G.S. (BCN-2011)