Claro, no existe, estamos enfermos
no es más que el miedo de los siglos,
una sombra del oscuro inconsciente
no hay nada debajo de la cama
son las esencias de los padres imaginarios
los inventos oscuros y dementes
que perturban el cuerpo y el alma
con el fuego de un infierno inclemente.
Pero, le he visto en mis noches sin luz,
ahí, en el rincón de maldiciones,
me mira y se burla de mi carne
penetra cada fibra de mi cuerpo,
yo le temo, él lo sabe, no le importa
quiere anunciar la ausencia del alma,
busca que el llanto sea eterno,
me brinda las sombras de licores
y se duerme en el universo del infierno
donde un arcoiris negro de rencores
adormece para siempre los amores
bajo el frío de este pálido invierno.
Es la negra luz de la infancia
que recorre mi delirio de licor,
creo que es la copa de locura
y que no existe la sombra maldita de siempre
asomada en mis días irracionales,
que ese rostro que vi en el baño aquella noche allá, hace años muy lejanos
fue tan sólo un recuerdo y nada más.
Esa sombra me persigue, está ahí,
no entiendo porque nadie puede verla,
se oculta debajo de la cama,
su cara es la de una anciana que me llama,
tengo miedo, ahí está
si te fijas bien en esa sombra,
en el rincón del cuarto,
tal vez, puedas verla.