Frente al espejo
uno no puede quejarse del frío.
Adentro no hay fogatas o témpanos,
sólo dibujos que se mueven
imitando facciones y miradas.
En él no amanece
ni muere de a poco el día.
De pronto uno no tiene alma,
sino cicatrices en forma de piel.
Uno se juzga bajo uno mismo
y trata de ser más como la imagen.
Frente al espejo siempre aparecen dos
pero uno no deja de ser uno.