Sepultado en lo profundo de una pena,
con la sensación fría de estar vivo,
dentro de un infinito cielo sin estrellas.
Envuelto con la frialdad,
de la soledad,
y sudando recuerdos,
por cada oquedad de mi cuerpo.
Detuvieron el amanecer en su puerto
y ya no hay mas auroras,
en mi ancladero,
mientras las estrellas muertas,
se suben calladas sobre mi velero.
Secretamente se borda la oscuridad,
a las paredes húmedas,
de mi navío,
porque los matices de la vida,
partieron temprano,
dejándome sin colores la existencia.
El lento caminar de las horas
y lo ciego de estos momentos,
hacen que imploré un milagro al cielo,
pero todo se ha oscurecido,
detrás del baúl de sus recuerdos.
Brutal verdugo de la vida,
fue aquel día funesto,
en que me dijeron,
que habías muerto.