"Tu locura es un grito de angustia que se nota,/ es cordura que no llega a la gente,/ blanco de crítica de un mundo idiota/ que te ve pasar indiferente".
A veces nos parece que él nunca razona,
pareciera que en su desgano se abandona
y que se siente derrotado por el destino.
Le da igual que el mundo de ellos dude,
que no exista en su entorno quien lo ayude
con paciencia y amor a encontrar su camino.
Lo vemos reír como los verdaderos locos
y ciertamente al verlo así no somos pocos
los que lo criticamos y meneamos la cabeza,
por hacer de él un juicio nos damos tanta prisa,
que no pensamos que detrás de esa frenética risa
hay oculta con seguridad una inevitable tristeza.
Nos parece que él dice muchos disparates,
que al fin y al cabo como todos los orates
no dice ni siquiera una palabra con sentido.
Pero si volteamos aunque sea por un segundo
y vemos los giros nefastos que da el mundo,
nos damos cuenta de cuánta razón ha tenido.
Camisa de fuerza vemos como solución para él,
para la sociedad, para nosotros, será aquél
que figurará como simple cero a la izquierda.
Alguien que tuvo buenas ideas algún día,
que tal vez, ¿por qué no?, hasta las tenga todavía
pero que ya nadie en su entorno lo recuerda.
Cuando vemos uno callado y muy pensativo,
creemos que para pensar no tiene motivo
porque seguramente está en blanco su mente.
Por asumir de jueces sin piedad el papel,
olvidamos que no estamos dentro de él
y por tanto no podemos saber lo que siente.
En lo inexpresivo de su mirada y de su voz,
vemos que no existe para él esperanza ni Dios
como sí existen en apariencia para muchos otros
y lo señalamos todos de manera inclemente
y decimos “¡miren a ese pobre demente!”
cuando en realidad, los locos somos nosotros.