No es decir que tú me amas, no es oír que te lo digo,
Es saber cuanto tú vales como madre de mis hijos;
Aunque yo llegué primero a la estancia de tu vida,
Ellos por siempre serán la importancia de vivirla.
Tú, mujer muy especial, señora y dama perfecta,
Madre abnegada y esposa, de mi corazón la reina;
Que Dios puso en mi camino, bajo el techo celestial,
Para apoyarme en tus brazos y me enseñaras a amar.
Así han pasado los años y del amor que me das,
Hemos cultivado frutos que has podido disfrutar;
Y sus retoños cual flores que adornan tu corazón,
Son los nietos que en el pecho hoy abrigas con amor.
Como yo siempre lo he dicho y reitero con razón,
Para una mujer así no existe un día especial, para notar su valor ;
Una madre es una madre, cada segundo del día,
No recordarla un momento y en otros ya se le olvida.
Por eso a ti a quien amo, a la madre de mis hijos,
Quiero que sepas que vivo agradecido de ti;
Que existe en mi corazón, un sentimiento profundo,
Y ojalá que en este mundo, hubiesen más como tu...
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita