Madre: tú que tu juventud diste;
¡cuántos años que disfrutar pudiste!...
brindaste tu corazón colosal,
por hacernos de bien, y librarnos del mal.
Madre : corazón de atalaya;
cuantas horas has pasado en penumbra,
cuidando los pasos por donde vaya;
en esas horas de sueño en que te deslumbras.
Madre: tal vez no seas ejemplar,
pero tratas de llevarnos al buen camino;
eso lo hace quien sabe amar,
quien quiere para los suyos un buen destino.
Madre: nunca nadie amara como tú.
ni sabrá soportar lo que tu sufriste,
tienes un alma noble y llena de virtud,
que en sacrificio por mi pusiste.
Madre: nunca pagar podría,
todo aquel sacrificio que por mi hiciste;
una última cosa pediría…,
¡no quiero verte jamás triste!...