Dios, dame la fuerza para que no caiga,
en la penumbra de los suyos. Aquí debajo,
donde las ciénegas caen marchitas, incrustadas.
Con el que quiere aún después, ahí.
El hombre que se cierne ante esto.
El asesino de la cruz fuera de sí.
No nos podemos controlar...
Hasta que morimos.
El amanecer de los tontos, de aquí.
Un llamado a la luz interna.
No sólo caigas en tu luz,
mi corazón se quiebra así.
Un poco de veneno sella
nuestro destino. Enviar
su sobriedad se fué por fín.
El error eras tú, me fuí yo.