Rojo el cielo brillaba eterno
sobre nuestro rojo beso primaveral,
yo en las dulces llamas de ese hermoso infierno
bebí de tu boca como de un manantial,
y tu me miraste junto al sol
mientras yo con su reflejo te correspondia,
tu me miraste con amor
y eso yo jamás me lo olvidaría,
déjame hundirme una vez más
en la suavidad de tu cabello,
y dime bien mujer, a donde llevas
ese aroma tan increíblemente bello,
que humilla la brisa plena
de un campo cubierto de flores,
que desarma grandísimas penas
y aun más grandes dolores.
Hazme merecedor de la bondad
que tu piel rojiza aun desprende
y entregate a la libertad,
que de amarte así depende.
Llevas en tu cuerpo la aurora
mientras el ocaso nos envuelve,
mujer ¡mira ya la hora!
mátame de un beso y vete.