Siento la intrínseca incertidumbre
de quien está entre Dios y Alá.
Mis bebés, llenos de SIDA están.
Ancianos desdentados, niñas parturientas...
Se palpa el devenir de armas,
da igual si chinas, norteamericanas…
Minas antipersonales, ¡maldita sea!
Mortales ratoneras.
¡En crisis perpetua quisiera ver
todo el armamento militar mundial!
Veo a adolescentes sin piernas,
-me dicen- jugué al balón con una de esas…
Querido Aristóteles, ¡cuán torpe soy!
No vislumbro el horizonte,
¿será que atrás quedó? ¿Dónde estoy?
Aquí estoy papá, fregando fogones,
como si del santo grial se tratase.
Ahora, debo vestirme de gala
para la fiesta de la embajada… ni ganas.
¡Periplos protocolarios!, obligados, voluntarios.
Oasis gubernamentales, cómplices de almas dobles.
Pacifistas activos de madre Gaia
entre canapés de huevas de caviar.
Sea pues, después
iré a dormir debajo del baobab,
¡espérame papá!
Puede que tarde un ratito, entretanto…
Hoy he sabido de la leyenda
del leopardo y la hiena…
ya verás cuán linda, te gustará.
He aprendido de cataplasmas
¡de boñigas de camella, sabias ellas!
Por cierto, dile a tu alma que se abrigue,
el desierto es gélido de noche,
no quisiera que se constipe;
¡tengo tanto que contarte!
Temo que la noche se hará pequeña...