A mis cuarenta y tantos,
renazco ante inclemencias,
un narciso que florece entre juncos
con tu invierno como abrigo.
mi cuerpo impávido
da señales a tu memoria,
soy puñado de pétalos
entre gotas de rocío.
A mis cuarenta y tantos
mi piel un celofán
por donde las huellas
de un tiempo recíproco
les deja ver.
A mis cuarenta y tantos,
emprendo vuelo
como mariposa
en su primera vez.
Sin prisa observo
la timidez de mis carnes
ante el espejo.
A mis cuarenta y tantos,
por fin veo mis penas
y sonrío…
A mi cuarenta y tantos,
luciérnagas en mis ojos
y en mis labios
rojo carmín.
A mis cuarenta y tantos,
amo…
A mis cuarenta y tantos
ni son cuarenta,
ni son tantos…