Un sentimiento esculpió tu figura
y tu imagen de mujer volvió a dar vida,
como el agua a la rosa herida,
manteniéndola fragante y segura.
Tu presencia no fue más que el recuerdo,
en el que tu efigie fue brillando y creció
con mirada que se colgó de la liana y amorosa se meció.
Tus manos caminaron por mi cuerpo en total acuerdo.
Fuertes sacudidas en la tierra mental que dejan huella,
y cedieron a que rodaran los sueños hacia el barranco,
en donde la oscuridad se impone sobre lo blanco,
y una sonrisa se apaga hacia el interior de mi estrella.
Más tu imagen recobró mis deseos cautivos,
que se había perdido en los laberintos de las visiones
y muchos de ellos ardieron en las llamas con ilusiones,
y a pesar de ello, sigo con el deseo de encontrarte entre los vivos.