Isaac Amenemope

REGRESO A VENUS (caminata iniciatica)

Cuando me levanté todos dormían,

 pero no importaba, ninguno había venido conmigo.

 El marco de la puerta era un vivo cuadro de estrellas refulgidas

 que me invitaba a salir en vilo.

 

Cuando salí al patio allí seguía el río,

 arriba el cielo había desaparecido,

 y en su lugar estaba un precipicio

 en el que todas las luces habían caído.

 

Brillante se volvió el camino,

 bordeado de jardines floridos.

 Espejo interactivo

 en la amplia margen del mismísimo inicio.

 

Todos; plantas, insectos, aves, venadillos,

eran cómplices del miroscopio esculpido en altozana roca.

 Copia de universo traída desde el fondo

 de alguna divina boca.

 

Allí la obscuridad pedía permiso

 al resplandor galáctico para hacer entrar las sombras.

 Y como pastor que abre el portillo

 las contaba mientras entraban como locas.

 

Subir hasta ese piso,

 mientras la luz todavía cruda

 haciendo círculos y rizos

 dibuja en el aire la ruta.

 

Que cerca estaba,

y por eso parecía más grande.

 Fulgurante mi corazón en ella se reflejaba,

 hacía que me sintiera un gigante.

 

De un solo paso podía,

 cruzar la madrugada.

 Experimentar la escalada

ir de la noche al día.

 

Frente al arco de fuego

 como punto que húbose encendido.

 Alumbró el alma, hasta entonces era ciego:

 Me tocó el sol, Venus no se ocultó, quedé prendido.