Isaac Amenemope

UN FIN PREMEDITADO

Tristeza, melancolía, depresión, dolor; cuerpo tributario.

 Aquí están las gabelas que la experiencia cobra,

 profundas, hirientes, no saldarán ninguna obra,

 la muerte si, cobra completo su salario.

 

Perfidia no consciente de si, esa es la naturaleza del calvario.

 Otro cenotafio más a la zozobra.

 En la negra bruma lo incorpóreo muchas veces se resguarda,

 para escribir a solas su propio epitafio.

 

Un arbusto vivo al pie, su follaje, una hoja parda,

 abajo el río que le vió pescar,

 y la tumba orientada al este…

 Salida otra no ha de hallar.

 

Jadeante de pesar ha de quedar la incertidumbre,

 la ahogante esquela no se quiere callar,

 más tardará algún otro silencio que en salirle herrumbe,

 menos de lo que los gusanos en despellejar.

 

Pastos del alma , mar sin agua , clima descristalizado.

 Bulle la constancia, y el mundo, con la secuela de un aliento frío ,

 pule la pétrea estancia de negro impermeable mármol,

 siembra con sus pasos de tréboles un trío

 que ahora descollan entre la cizaña.

 

Praderas abiertas

 que las fuertes ventiscas arañan,

abatidas las flores, medio muertas,

 las rapiñas comiéndole las entrañas.

 

Carga insoportable, estar enfermo,

 que jamás se vaya a convertir en hábito,

 que saltará hacia su propio elemento el hálito,

 y quedará inservible el vestido muerto.