Arrópame ahora con tus brazos,
en esta tarde de otoño ¡los necesito tanto!,
en esos momentos en que los minutos se hacen aire
y las horas no son bastas para de ti saciarme.
Añoro tus dientes mordiendo lento,
mi piel erizada de deseo.
tu beso suave,
vagando por lo largo de mi espalda
Tus manos tibias,
cómplices de la luna que nos mira,
que sea ella y solo ella
de esos instantes el testigo.
Ven que la rosa necesita
de tu manantial el agua fresca,
llega con el viento a visitarme
y quédate en silencio hasta la aurora.