Tenemos miradas de mendigos, y nos creemos con la nostalgia de los mendigos, tiempos postreros de nuestra propia vergüenza, odio la arrogancia del arrogantes y la maldad del golpeador de los pétalos.
Rencor por más de lo mismo para las clases del altiplano sureño y de los árboles del norte grande.
Odio la repugnancia de la limpieza y las manos levantadas sobre miradas inocentes, crecer desde lo ingrato y lo maligno sabe mostrar la vida fuera de burbujas putrefactas.
Odio las mentiras, que son fertilizadas de más masacre de mujeres inocentes y de flores hermosas de mis vidas.
Odio tu prepotencia e ignorancia frente a las filosofías de las personas sabias y hegemónicas, porque cuando reprendes al necio te odiara, pero el sabio te amara.
Porque seré una podadora de malezas del jardín más bello, donde se cultiva flores pequeñas que las más grandes y hermosa no ven.
Soy el que tiene la pluma en mis manos y que la deslizo como un pincel frente a un lienzo, pero no tengo a la mona lisa en mí freten, díganme Roberto Matta.
Porque un Dalí jamás seré, sino que tan solo un respingado bello de cara, quizás.
Perfecta niña de ojos de universo, eres libre de la verdad y gracia de tu frescura y sensatez. Amo eso y quiero más. Hambre y sed. Porque sos la sal de la tierra, perfecta visionaria de mi Atlántida, fervor sin dolor, sin engaño y dolencias, mi afecto placebo.