Nadie nos roba el corazón para siempre
sólo lo toma prestado un levísimo instante
acariciando suavemente sus bordes y sus
centros
apasionando con sutileza sus compases
o lo toma férrea y bravamente entre sus
manos
estrujando el ansia feroz que se prende en
llama
o lo acomoda en su regazo tibiamente
brotando como agua dulce manantial de
vida
o lo aprisiona marcando sus arterias
licuando en sus venas el deseo inagotable
Nadie nos roba el corazón para siempre
y lo devuelve sin apenas darse cuenta
de que nunca ha sido suyo