Maracaibo un día equis de un mes y año cualquiera
Corazón lindo:
Me he tomado la atribución de escribirte esta última carta, la cual estoy seguro que no leerás, aunque es posible que de alguna manera te enterarás de su contenido.
Nuestro amor comenzó como empiezan muchos, una mirada, una sonrisa y esa magia de la primera vista. Luego el encuentro de almas, acompasado siempre por dulces palabras.
Todo marchaba al comienzo de maravillas, porque en esa época, los amores siempre brillan; todo era un encanto, parece que para nosotros no existía el quebranto.
Una tarde te mostré mi condición de poeta, y quise enmarcar nuestro amor en una tarjeta; tal vez buscando estrechar nuestros lazos de manera intensa.
Busqué mi mejor inspiración, adorné con metáforas aquella ilusión, fui tejiendo entre rimas consonantes, la ternura de un amor que ya era casi delirante. Y luego unos días después te pregunté si leíste la tarjeta, y bajaste la mirada cambiando la conversa.
Y mientras más poemas yo te escribía, más lejana y ausente te sentía; parece como si fuera una tortura, al menos comentarme su lectura. Siempre fuiste muy callada y de mis escritos ni por casualidad me hablabas.
Nuestro amor fue como una película que recién se estrena, y aunque todos dicen que es muy buena, con el tiempo nadie la recuerda, tal vez por algo así es que nunca leíste mis poemas.
Un día ya cansado de tu actitud esquiva, te dije es mejor que ya no te escriba, y tú con cara poco sonreída, dejaste una lágrima rodar por tus mejillas. Aún así seguiste callada y de cartas y poemas no dijiste nada.
Esto era ya un camino sin regreso, tu apatía tal vez impidió de este amor su progreso, más bien al contrario se fue en retroceso y entonces no valieron los abrazos, ni los besos.
Esa tarde te fuiste al dar media vuelta, y vi en tus pupilas algunas lágrimas sueltas, dabas por terminada la relación intensa, siempre tan callada y tan discreta… Y yo como triste poeta me cobije en mi musa y en mis letras.
Después supe, oh que tristeza, que tu tenias un dilema en tu cabeza, que preferiste dejar todo con nobleza, y mantenerme el secreto de tu actitud discreta, para no decirme que eras analfabeta.
Lamento que no me hayas informado, para haberte ayudado, y tal vez con eso se hubiese consolidado, este amor extraño que murió olvidado.
No supe más de ti, ni de tu paradero, no sé si eres feliz ni cuál es tu derrotero, solo sé que mis letras siguen con esmero transitando conmigo el mismo sendero, y no se si tú ya podrás leerlas.
Atentamente, el poeta aquel.
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