Es una sensación
que me mata,
que me disuelve,
que me envuelve y
derretido entre
lágrimas me acaricia
hasta la muerte.
En ellas se ven
reflejadas las luces
del etéreo manto negro
que me cobija y con
sus fríos suspiros
me seduce a pocos,
me eterniza hasta
el alba a pocos,
cuando vuelve la calma.
Mientras, el vaivén
de las arenas del
tiempo me hipnotiza,
sí, hasta entonces,
como el etéreo,
me raptan o me dejo
capturar, sintiéndome,
en instantes, prisionero
de mi libertad.
Cansado estoy
entre estaciones,
la primera y última,
de la injerencia del
metatrón en mi reloj,
libérame, suéltame,
destruye mis cadenas,
vete, pero, regálame,
sí, entrégame, la
primera y última
dulce panacea...