Qué hice escarbar con las uñas de mi numen
en tus pechos la nostalgia
arrastrarme bajo la neblina por las calles de la finitud.
Hasta llegué a creer que de mis fuerzas
no quedaría más que una impensada hoja
y que con cada punto de tinta colocado sobre la paciencia
se agotaba el camino hacia el suicidio.
Me detuve a observar por un momento
antes de volverme a zambullir en las corrientes.
Canta para Mi rosa terrena
no ves que el instante se marchita
no ves que su fragancia muere como ruido de lluvia.
No entiendes que la primavera de tus ansias
se niega a arropar el equinoccio de mi furor.
Gira sobre tus emociones
que como el sol la vuelta del corazón dispersa
el oro impalpable entre las sombras.
Observa la canción de la tarde
el iris de la franqueza
la manta limpia y perfumada
semejando el penacho de una nube:
Así cuando entre el pulpejo de la unión
se acabe el espacio para el roce,
así cuando tus manos quieran recorrer
hasta los vacíos de mi primordial sustancia,
así cuando te encuentres de repente
tomada de mi vida
y no consigas desprenderte
hasta madurar por siempre...
Podré entonces meter mis dedos
en la carne que recubre tus secretos
y luego sorber el néctar que de tu internidad destile.
Podré probar de la relación lo impredecible
el gusto del intento
empujar la curiosidad
a las puertas de ese vergel impodable,
donde habita la flor
con sus puntas asomadas
a las cercanías de una estrella ardiente.
Desojaré sus pétalos que ya son sensaciones
Chuparé el azúcar de sus glándulas
veré como desde la cumbre de otra fase
reverdecer los pastos
la sal del mar irrumpir en el arroyo
partirse la vena de la escarcha
pasar de largo hacia otro beso.