Déjeme morir, Doctor, para qué quiero la vida,
es mejor ya ni existir a vivir esta agonía.
Use usted la inteligencia que le da la medicina
en los males naturales, si esperanzas hay algunas.
Yo estoy postrado lo sé y me quiere dar ayuda,
mas mi salud empeora. porque ya no tengo cura.
Estoy muriendo de amor y en eso no es su experiencia,
no es usted mi salvador, métaselo en la conciencia.
A Dios le pido le dé mucha más sabiduría,
para que extienda su mano a enfermos cada día.
Tan sólo ella, aquella mujer que amo, y por siempre amaré;
puede ser mi salvación y sepa Dios dónde esté.
Decía que ella me amaba, que nunca me olvidaría.
y hoy le confieso a usted, que siempre se lo creía,
Mire a ver si aquí la ve, a los pies de un moribundo,
a pesar de que ella fue, quien más quise en este mundo.
Déjeme morir, Doctor, no se preocupe por mí,
su gloria, por su grandeza, Dios le da la bienvenida.
Pero si muero ante usted y ve llegar mi partida,
dígale si la ve, que bastante la esperé; no lloré de hipocresía.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita