Tu alma fue el destino de mi corazón
de sentina y escombro.
Mi afán de piloto ciego anduvo al tacto
bordeando el estupor de tu tierno plumaje.
Mis labios corsarios rondaron los islotes
de tus marinos salitres al momento del asalto meditado/
En tus pulposos capullos guardo lo perdido
y cuando tu boca de beca me otorga su tesoro
exprimo mis dolores de naufrago solitario/
De tus ojos absorbo los blancos faros
las dos infantes niñas ondinas de tu infancia.
Mi lúdica mano deshoja tus poros incrustados de pétalos/
¡Oh. Mujer!
Llevada del púber a la adultez
Era mi sed y mi haba de ruina desnutrida
que en tu vientre colmaron su apetito, y
los racimos ociosos de mis dedos despertaron
al impulso carmesí de tu piel abonada/
Retuercen mis manos los llorosos pañuelos,
del recuerdo amarillo del dolor y
sólo queda tu blanco rostro de gasa curativa
sanando mi corazón de estrella renacida/