Es esta síncopa
que suprime mi
corazón atándome
a la razón,
que me hace delirar
entre los cánticos
de un antiguo réquiem
de cientos de
cadáveres vivos,
errantes, errando,
sobre un barco
extraviado que
no encuentra un faro.
Sin saber, no,
porque quiere.
Se dirige a las llamas,
al encuentro furtivo
con su mar fallecido,
con su muerta,
aquella doncella
que gira al ritmo
de las memorias
con una brújula
averiada, descarriada,
dirigiéndose ambos
al placentero agujero
negro de dos,sí,
en pares,
para velas infernales.
Cumplen la condena
del retrato cotidiano
que de a pocos
los asesinará,
si, que de a pocos,
los absorberá,
sincopándose, amantes,
sincopantes.