joaquin Méndez

Mis manos subieron por sus nalgas....

Mis manos acariciaban las suyas con mucha suavidad, estaban cálidas, casi ardiendo, las mías temblaban como hojas movidas por el viento,  de la emoción que sentí  en aquel instante.

Ella, me acariciabas la cara, el pelo, la barbilla, rodeo  mi cuello con sus lindos brazos, casi se colgó de mi.

 Sentí  la dureza de sus pechos contra mi tórax como dos estacas  y aquéllos pezones  rosados como capullos de rosas hicieron que mi excitación aumentara de tal forma, que mi virilidad despertó engordando y creciendo como un globo cuando lo llenan de aire, sentí,  una dureza  enorme como si quisiera reventar de un momento a otro.

Ella  también debió  sentir mi estilete,  pues su pubis se apretó con fuerza contra  a aquel punzón,  que hasta sentí,  el calor de sus labios vaginales en mi glande incluso a través de sus tejanos.

Mis manos descendieron por su cintura y desabroche el botón que evitaba que sus vaqueros cayeran  por las  torneadas y hermosas piernas. Le baje la  cremallera y comencé a bajárselos  muy, muy despacio ella  movías las piernas para facilitarme el trabajo cayeron a sus tubillos y yo me arrodille para observar aquel hermoso paquetito que se adivinaba debajo  de las  breguitas color carne  que aun me excito mas.

Mi boca se lanzo hacia el mencionado regalito y comencé a mordisquearlo sin destaparlo sentí en mi boca tal suavidad como si estuviera chupando una pelotita de algodón, pero ardiendo,  y convirtiéndose en un sabroso manantial. Sus manos apretaban mi cabeza  con suavidad pero con firmeza, como si quisieras que  mi boca y mi nariz penetraran dentro de aquel paraíso volcánico.

Mis manos  subieron por sus nalgas hasta su cintura para agarrarte en brazos y depositarte suavemente sobre la cama,  en el trayecto se  habías librado de los tejanos con un movimiento de piernas muy graciosa que hizo que salieran disparados encima del sofá.

Ya sobre la cama te despoje de la única prenda que quedaba en tu cuerpo que eran tus braguitas y retome el masaje lingüístico en su hendidura ardiente y sabrosa, subí desde su escondite por su ombligo su vientre sus pechos hasta llegar a su dulce y húmeda boca, su lengua penetro en la mía como una  mariposa aleteando en todas direcciones como un sabroso remolino.

Me libre por un momento de su rabioso beso, y volví a bajar hasta el sótano húmedo y entreabierto esperando mi juguetona lengua, la introduje todo lo que pude succionando de un lado a otro restregando a veces por su clítoris lo que la hacía gemí  y suspirar de una forma tan sensual que me volvía loco y atontado, sus manos hundidas en mi pelo  apretaban mas y mas, de pronto su suave voz me susurro, -¡Por favor!,   ¡por favor! penétrame, penétrame,  Ah, ah,  ah, ah...yo tome mi  gran trozo de carne dura como un palo, y comencé a restregar de abajo a riba barias veces, apretando suave mente hacia dentro.

Ya no pude aguantar más,  y con un golpe de riñones penetre hasta lo más profundo de su interior, los dos comenzamos a movernos a un ritmo infernal  como dos náufragos que luchan por alcanzar la orilla, y salvar sus vidas, mientras nuestro grititos se mesclaban en el ambiente fogoso y húmedo de locura y pasiones.

De pronto y como puestos de acuerdo nuestros espasmos aumentaron frenéticamente y un enorme rio de lava inundo mi pene, el  que al mismo tiempo comenzó a descargar toda la presión que   tenía en su interior alagando su vagina de un liquido viscoso y pegajoso que ella recibió con saltitos desbocados y escandalosos que me hicieron besarla con mas fuerzas y locura de amor y ternura, luego relajación y silencio,  pegados nuestros cuerpos sudorosos y ardiendo como un sello a una carta.

 

Autor Joaquín Méndez.