Mis manos acariciaban las suyas con mucha suavidad, estaban cálidas, casi ardiendo, las mías temblaban como hojas movidas por el viento, de la emoción que sentí en aquel instante.
Ella, me acariciabas la cara, el pelo, la barbilla, rodeo mi cuello con sus lindos brazos, casi se colgó de mi.
Sentí la dureza de sus pechos contra mi tórax como dos estacas y aquéllos pezones rosados como capullos de rosas hicieron que mi excitación aumentara de tal forma, que mi virilidad despertó engordando y creciendo como un globo cuando lo llenan de aire, sentí, una dureza enorme como si quisiera reventar de un momento a otro.
Ella también debió sentir mi estilete, pues su pubis se apretó con fuerza contra a aquel punzón, que hasta sentí, el calor de sus labios vaginales en mi glande incluso a través de sus tejanos.
Mis manos descendieron por su cintura y desabroche el botón que evitaba que sus vaqueros cayeran por las torneadas y hermosas piernas. Le baje la cremallera y comencé a bajárselos muy, muy despacio ella movías las piernas para facilitarme el trabajo cayeron a sus tubillos y yo me arrodille para observar aquel hermoso paquetito que se adivinaba debajo de las breguitas color carne que aun me excito mas.
Mi boca se lanzo hacia el mencionado regalito y comencé a mordisquearlo sin destaparlo sentí en mi boca tal suavidad como si estuviera chupando una pelotita de algodón, pero ardiendo, y convirtiéndose en un sabroso manantial. Sus manos apretaban mi cabeza con suavidad pero con firmeza, como si quisieras que mi boca y mi nariz penetraran dentro de aquel paraíso volcánico.
Mis manos subieron por sus nalgas hasta su cintura para agarrarte en brazos y depositarte suavemente sobre la cama, en el trayecto se habías librado de los tejanos con un movimiento de piernas muy graciosa que hizo que salieran disparados encima del sofá.
Ya sobre la cama te despoje de la única prenda que quedaba en tu cuerpo que eran tus braguitas y retome el masaje lingüístico en su hendidura ardiente y sabrosa, subí desde su escondite por su ombligo su vientre sus pechos hasta llegar a su dulce y húmeda boca, su lengua penetro en la mía como una mariposa aleteando en todas direcciones como un sabroso remolino.
Me libre por un momento de su rabioso beso, y volví a bajar hasta el sótano húmedo y entreabierto esperando mi juguetona lengua, la introduje todo lo que pude succionando de un lado a otro restregando a veces por su clítoris lo que la hacía gemí y suspirar de una forma tan sensual que me volvía loco y atontado, sus manos hundidas en mi pelo apretaban mas y mas, de pronto su suave voz me susurro, -¡Por favor!, ¡por favor! penétrame, penétrame, Ah, ah, ah, ah...yo tome mi gran trozo de carne dura como un palo, y comencé a restregar de abajo a riba barias veces, apretando suave mente hacia dentro.
Ya no pude aguantar más, y con un golpe de riñones penetre hasta lo más profundo de su interior, los dos comenzamos a movernos a un ritmo infernal como dos náufragos que luchan por alcanzar la orilla, y salvar sus vidas, mientras nuestro grititos se mesclaban en el ambiente fogoso y húmedo de locura y pasiones.
De pronto y como puestos de acuerdo nuestros espasmos aumentaron frenéticamente y un enorme rio de lava inundo mi pene, el que al mismo tiempo comenzó a descargar toda la presión que tenía en su interior alagando su vagina de un liquido viscoso y pegajoso que ella recibió con saltitos desbocados y escandalosos que me hicieron besarla con mas fuerzas y locura de amor y ternura, luego relajación y silencio, pegados nuestros cuerpos sudorosos y ardiendo como un sello a una carta.
Autor Joaquín Méndez.