Esta noche,
de los tejados celestiales,
apenas llegan ruidos.
Casi imperceptible puedo escuchar
una melodía de Lennon;
fugaz cigarra
perdida en el tiempo.
La cama es como un sitial
y fuente también de imaginación;
desde ella, me palpan los muertos
y por dicha extraña,
me ignoran los vivos.
Apenas puedo asegurar,
que esta noche,
alguna savia sacuda mis hormonas
enloqueciendo mi sexo.
Saludo a la muerte
y le sonrío;
aunque sólo por esta vez.
Esta noche,
me besan las rosas pálidas del jardín;
la fatiga áspera, pesada y somnolienta
se pierde entre aromas.