Una rosa ebria, un calor incesante,
el humo blanco de los recuerdos y remedios blancos y amarillos
que se absorben con el viento,
una sonrisa amplia y la lluvia inexistente.
Las partituras de un amor que no ha sido,
canción de sal que en los ojos cae;
una rosa ebria y su resplandor en la carretera,
estruendo momentáneo que en las pupilas suena y atormenta.
Una rosa ebria y una piel sudada en celos, rara, hermosa.
Una rosa ebria y los ojos con vergüenza,
lágrimas y un poco de los celos inocentes.
Un beso ajeno.
Una rosa ebria y tu sin mí, como relámpago fino de la nada,
una rosa ebria… viéndome morir por ti.
Martín Herrera