Guardé en mi caja de recuerdos
los besos que ayer nos dimos,
guardé la textura de tus labios
fundiéndose con los míos,
guardé el abrazo de esperanza
al que aferramos nuestro pasado
y tus ojos tan brillantes
de estudiante enamorado.
Fuí a la playa de mañana
y entregué el tesoro viejo
a la mar que muy alegre
recibió esos, tus reflejos,
y aunque al contarte de aquello
no hiciste más que llorar,
yo sé que algún día
en una orilla perdida
otro amor lo habrá de encontrar.