El Picoiquén y el Rehue
se abrazan en el centro de Angol
y en su diálogo claro-turbio,
cuentan la historia de la ciudad:
más de cuatro veces centenaria,
seis veces destruida,
siete veces construida.
El mapuche defendió su tierra
a lanza, malón y grito
y el español volvió y volvió
en su empeño de sangre y siglos.
El colono,
con la esperanza y su trabajo,
vino a multiplicar las semillas
a esta tierra prometida.
Nahuelbuta te refugia
a sus pies
y la araucaría milenaria
te mira desde lo alto
y en su almanaque
registra tu historia.
Lenta, callada, te arrinconas
en el tiempo;
y yo quiero despertarte
con fábricas, con trabajos
y con usinas.
Y en mis sueños
te veo oscurecer,
se ennegresen los árboles,
las calles y las flores
y en el rostro de los niños
se ve el negro de los hollines.
Y entonces, te prefiero
callada, te prefiero lenta,
te prefiero hermosa y bella
- como eres -
!Mi Angol de Los Confines¡
Oscar Castro Araya