Ayer me monté una yegua…
De color castaño oscuro
y así nomás sin apuro
avanzamos legua a legua.
El rancho de mi pariente
está solo en la extensión,
sin ninguna confusión
ni ajetreo de la gente.
Lo encontré triste al Mendieta,
cantando con su guitarra…
Hasta el jilguero en la parra
lloraba al mirar su jeta.
Más que una zamba era un rezo
que le entonaba a la sombra
de aquella que ni la nombra…
por temor a su regreso.
Al verme se limpió lágrima y moco…
Le conté lo del encuentro,
me dijo, "vamos pa dentro
y largue todo, de a poco".
Esta es la historia, paisano:
Me juí pa la gran ciudad
y le juro es la verdad
me achiqué ante tanto humano.
En un tren que anda allá abajo
(le llaman subte), llegué
a Díaz y Santa Fe.
Y no me costó trabajo.
Vaya que gran alegría:
Allí estaban esperando
y otros que fueron llegando…
mis amigos de poesía.
No sé ni lo que comimos,
todos hablando a la vez,
amistad y calidez
chistes, ternuras y mimos.
Boris con su picardía
Adri y su linda sonrisa,
Carlos hablando sin prisa…
¡Los ojazos de Lucía!
Diluz tan buena y sencilla,
¡Jucovi es un aparato!
(yo, muy serio y sensato… )
y Andrea… el alma de la gavilla!
Ya estaba oscureciendo
cuando fui por mi yegüita,
después que en esta visita
lo fui todo resumiendo.
Y se me puso a llorar,
el Mendieta sensiblero
Decía “¡Es lo que quiero!
Yo los tengo que abrazar…”
“Lléveme cuando esté a tiro,
nunca me olvidé del foro
a las chicas las adoro
y a los hombres los admiro”.
“¡Y para qué me borré!”
Y como artera puñalada,
así como a la pasada,
le susurré: preguntaron por usté.
Y quedó en un mar de llanto
cuando enfilé al tranquito
silbando muy despacito
y hasta a veces con un canto,
contento y con la emoción
de volver a recordar,
sintiendo en su palpitar
¡A amigos del corazón!
(Y el pariente, que se quede
con su llanto y su guitarra,
cuando esté para la farra,
sin llorar… tal vez lo lleve)
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